miércoles, 3 de enero de 2018

REFLEXION SOBRE LAS GUERRAS




El mundo está azotado por las guerras. Las guerras son los actos más horribles que se producen por la confrontación de intereses entre los seres humanos. Matar fríamente a otro ser humano con un arma, seguro que es producido por una terrible situación, pues intuitiva y espiritualmente tenemos muy claro que no podemos ni debemos matar a ninguna entidad viviente. Entonces, ¿por qué hay tantas guerras?
Existen muchos tipos de guerras: guerras entre países que generan terror colectivo, guerras de intereses entre grupos económicos o guerras entre mafias que recurren a la matanza para proteger sus intereses. Existe incluso una guerra no declarada contra los animales que son llevados a los mataderos... En fin, hay muchas más guerras que presenciamos en los noticieros, guerras que hacen sufrir tanto a militares como a civiles.
Debemos entender que la situación actual es la reacción a un sinnúmero de actividades realizadas en el pasado. Tolstoi dijo:”Mientras haya mataderos también habrá campos de batalla”. Cuando un ser humano concluye que tiene el derecho de matar a otra persona, puede decirse que ha caído en una gran desgracia que le traerá como consecuencia la disminución de todos los privilegios y beneficios obtenidos al nacer en un cuerpo humano, entre los cuales el más importante es la capacidad de inquirir acerca de su verdadera identidad, que es espiritual.
Existen muchos castigos para quienes cometen actividades pecaminosas. Los Vedas mencionan seis crímenes que pueden ser reprendidos con la muerte del infractor:
  • El que administra veneno.
  • El que prende fuego a la casa de otro.
  • El que ataca con armas mortales.
  • El que roba las riquezas.
  • El que ocupa la tierra de otro.
  • El que rapta a la esposa de otro.
La guerra es una situación violenta que se manifiesta en este mundo de conflictos y que tiene intereses políticos y económicos. El petróleo, el gas, el agua, el control político y demás posiciones estratégicas son algunos de los propósitos que pretenden justificar el abominable acto de matar a las personas.
Inclusive, las guerras son un gran negocio y por esta razón siempre habrá comerciantes que las fomenten y quieran aprovecharse de las miserias de los demás al vender armas y otros elementos que las sustentan.
Es una concepción demoníaca pensar en obtener ganancias a costa del sufrimiento de los demás, pues produce una gran reacción que traerá sufrimiento de igual intensidad al agresor. Por un lado, la guerra es la reacción a las actividades pecaminosas que cometen los seres humanos -como matar indefensos animales para comérselos-, y por otro lado, la cultura espiritual nos enseña que está prohibido matar, por lo que las personas con conciencia espiritual deben hacer todo lo posible para que la gente reaccione, para eliminar los conflictos y buscar soluciones a los problemas de la vida sin acudir a la violencia.
Una guerra termina cuando uno de los bandos saca la bandera blanca y dice: “Ya no voy a pelear más contra sus intereses, me rindo”. En este momento, extrañamente el que antes mataba al otro ahora recibe la responsabilidad de alimentar y cuidar a los perdedores del conflicto.
Así como el que gana en un conflicto tiene la responsabilidad de ver por el bienestar de los perdedores, debemos comprender que siempre existe una solución para las dificultades que se presentan en este mundo, y esa solución se puede obtener con la ayuda de personas bondadosas con una visión espiritual. Estos asesores son los Maestros Espirituales o brahmanas que deben ser consultados cuando hay algún conflicto en el mundo.
La complejidad de esta temática nos lleva directamente a comprender la posición del alma condicionada, el ser viviente en este mundo. En este mundo nacemos con el ego falso, la identificación falsa que nos lleva a considerarnos equivocadamente como el cuerpo y a querer ser el centro, el propietario y el controlador de las cosas. A pesar de que esta posición es ridícula -pues todos vamos a perder a su debido tiempo, sin excepción, todo lo que tenemos-, dependemos mucho del concepto de que debemos ser propietarios, controladores y disfrutadores en todas las circunstancias.
Si nos sometiéramos a la voluntad de la Suprema Personalidad de Dios, no habría más guerras, pues Dios es el bienqueriente de todas las entidades vivientes y no tolera que sus hijos no tengan agua, comida o vivienda. La misma guerra es el total fracaso del proceso espiritual y del progreso individual.
La fórmula de la paz que nos dejó el gran maestro Srila Prabhupada es que debemos poner a Dios en el centro de cualquier situación conflictiva y buscar cuáles son las necesidades que cada uno de nosotros tiene alrededor de Dios.
Krishna (Dios) dice en El Bhagavad Gita (9-34): “Piensa siempre en Mí y sé Mi devoto. Adórame y ofréceme tu homenaje. Estando completamente absorto en Mí, ten la seguridad de que vendrás a Mí”. Con Dios en el centro podemos considerar los intereses de cada persona o de cada grupo de seres humanos para que cubran al menos sus necesidades básicas.
No olvidemos que cada persona es completamente responsable de lo que hace. Esto es confirmado por las leyes del karma o más claramente: “Ojo por ojo, diente por diente”. Sabiendo esto no deberíamos actuar como lo hacen los países engreídos por su imperialismo, que piensan que tienen el derecho de imponer sus caprichos a los demás.

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